miércoles, 29 de julio de 2015

La conquista de las especias. Jabón de cilantro y comino






Estos jabones los hice con un macerado de aceite de oliva, argán, comino negro y semillas de cilantro.
Son especias que habitualmente tengo porque forman parte de mi dieta. ¿No dicen que la primera farmacia está en la cocina? ¿No dicen que Colón, cuando descubrió el continente americano, en realidad estaba buscando una vía alternativa para llegar a las Indias Orientales y poder traer de allí las famosas especias? ¿Y el encargo de Magallanes, para encontrar una vía que permitiera alcanzar las Islas Molucas, donde crecían los árboles de nuez moscada y clavo de olor? ¿O Vasco da Gama?
Claro que sí, es que vienen a ser los primeros medicamentos que utilizamos hace muchos años y ahora recuperan su terreno. Estamos asistiendo en Occidente a un renovado interés por estas “drogas aromáticas”, llevados por una preocupación generalizada de nuestra salud. Un regreso a los alimentos tradicionales y cultivados de manera orgánica con fines terapéuticos.

Empecemos con la semilla de cilantro: alto contenido de linalool en su aceite esencial (exquisito para crear perfumes relajantes). Estos frutos además presentan un importante contenido de ácidos grasos y minerales. Purificador de la sangre. Antioxidante y antiséptico.
El comino negro aumenta las defensas del organismo contra bacterias, hongos, virus y alergias. Sobrado en vitamina E y ácidos grasos insaturados. Relaja y nutre el cuerpo.
Abreviando, super alimentos de cosmética “vivos”, con energía vibratoria.

Pues, no lo dejemos para más tarde, pongamos una “caja de las especias” en nuestra cocina, secreto para una vida equilibrada. Sin abusar, recordad que “la cantidad anula la calidad”.



Pequeños cuentos que entretienen

Un mal viaje
Evaristo, acababa de llegar al hotel cansado del largo vuelo que le había trasladado desde Sevilla a Egipto. Con el Sol aún por encima del horizonte, se tumbó en la fresca cama de su habitación para descansar un rato y sin pretenderlo se quedó dormido.
Oscurecía cuando despertó, se dirigió al gran ventanal que ocupaba gran parte de la de la estancia, corrió sus cortinas y deslizando las cristaleras, dejó entrar el aire aromatizado por los jazmines que crecían bajo su terraza. Una espectacular estampa apareció ante sus ojos.
Suaves dunas, que más parecían toboganes de arena para disfrutar deslizándose por ellas que olas de ese inmenso mar que es el Sáhara, se perfilaban a lo lejos. Adornaban el horizonte en aquella noche de primavera oriental donde la luna y las estrellas lo iluminaban todo,  tiñendo el cielo de un azul marino claro. Todo lo que su visión abarcaba se cubría con una pátina mágica que hacía difícil discernir entre lo real y lo imaginario.
El espectáculo de aquellas dunas, el extenso palmeral que rodeaba el hotel y aquella vaporosa luz que reinaba en aquel profundo y tremulante firmamento, le produjeron una sacudida en su cerebro que le dejó por unos instantes en el umbral de la inconsciencia. Reaccionó pronto, se sintió lleno de sosiego y afortunado por respirar tanta paz y belleza. Tan lleno de vida se encontraba, que, en voz alta e irónicamente exclamó: ¡Ya no me pisarás más! ¡Me libré de ti cariñito!
El recuerdo amargo del desengaño sufrido con su último amor, se borraba de su memoria. Una nueva e indefinida tranquilidad lo reemplazaba.
Evaristo, era contable, propenso a soñar entre tantos apuntes, cifras y bailarines números. En más de una ocasión refirió a sus amigos haber soñado como era devorado por pirañas en forma de números y aunque acompañaba cínicamente las risas que producía entre ellos, en el fondo se sentía incómodo y no muy satisfecho de su trabajo.
Esa frustración, la suplió con la relación sentimental que mantuvo con su novia durante más de quince años. Estuvo muy enamorado de ella.
Juana, una sevillana morena, alta, bien proporcionada y con una gracia innata en su rostro que lo acompañaba de continuas risas, era  justamente la persona que Evaristo necesitaba a su lado para suavizar su seco y tristón carácter.
Cuando se conocieron, ella era muy jovencita, bastante inmadura, pero muy alegre. Había abandonado sus estudios de secundaria y decidió realizarse laboralmente. Gracias a su gracejo innato y su agradable físico,  Juana consiguió abrirse camino en unos grandes almacenes cómo vendedora de lencería, hasta conseguir un merecido reconocimiento por sus notables ventas. Sus superiores la mimaban, en particular su jefe de planta, que sentía por ella una admiración que iba más allá de lo laboral.
Fue allí, en su puesto de trabajo, donde se enamoraron. Un flechazo para los dos que duró algún tiempo pero que poco a poco fue perdiendo intensidad hasta llegar a la ruptura. Era evidente que sus caracteres eran antagónicos y eso fue el detonante de una relación llamada al fracaso. Para Evaristo, los últimos años de su relación con Juana no fueron muy agradables, en especial el último, cuando tuvo conocimiento de la relación de Juana con su jefe. Quiso recuperarla inútilmente hasta que estallaron en la última y más triste discusión, donde surgieron insultos, reproches y juramentos. Evaristo afirmó que lo más cerca que estaría de ella sería en el infierno. Ella, arrojando más que enviando un beso, se despidió sonriendo socarronamente.
Conocer países exóticos siempre fue para Evaristo uno de sus sueños preferidos y el bofetón sufrido por la traición de su antigua novia, le motivó a realizar el viaje que disfrutaba en aquellos momentos.
Las palmeras que rodeaban el hotel, rozaban las riberas del Nilo. Componían un paisaje que no se diferenciaba mucho del soñado por Evaristo, sin embargo,  sí  que le chocó ver los racimos de dátiles cubiertos por esas bolsas de plástico usadas para evitar los ataques de los insectos ;  le parecieron capullos gigantescos albergando crisálidas de alienígenas  invasores. Sintió un fuerte repelús y cerró el ventanal.
Se dio una ducha, se cambió de ropa  y se dispuso para ir a cenar. Al tomar el ascensor, reparó en el polo de Lacoste que se había puesto  ¡era el que hacía dos años Juana le había regalado¡ Abortó el descenso, y corriendo volvió a la habitación. Violentamente se quitó el polo, lo arrojó a la papelera, se puso una camisa y más relajado bajó al comedor.
Eligió una mesa para dos, pidió un plato típico de la cocina egipcia. Kufta, esos exquisitos rollos de carne picada de cordero a la brasa acompañado de arroz y verduras; una cena algo excesiva que la culminó  con dos copas bien colmadas de Zebib , ese licor anisado egipcio. Una para él y otra para la ausente convidada, aunque se la bebió por ella, como si quisiera con ese gesto digerir definitivamente su recuerdo.
Ya en la habitación, se dejó caer sobre el mullido lecho. Cerrando los ojos se dejó mecer por los vapores del licor y sin quererlo su mente voló al día aquel en el qué Juana lució ante sus libidinosos ojos su desnudo cuerpo; momento sublime que jamás pudo olvidar. Como un calidoscopio, las imágenes de Juana cambiándose y luciendo los modelitos de lencería que le regaló, se superponían aquí y allá en su memoria. Le costó dormirse, para cuando lo hizo, Juana ya no molestaba.
Los días que siguieron a su llegada, los dedicó a tres visitas imposibles de pasar por alto: Las grandes pirámides, la ciudad de El Cairo y el magnífico e intrigante Valle de los Reyes, pero la excursión que más le relajó y de la que más disfrutó fue el viaje que realizó en las tradicionales faluccas a través del maravilloso Nilo, desde El Cairo a Abu Simbel pasando por el complejo de Karnat, Giza y el templo de Luxor. Hizo un regreso al hotel lleno de optimismo, se sintió un turista privilegiado por haber contemplado tantas maravillas  en aquel fluvial viaje.
Tenía ganas de divertirse y decidió hacerlo viendo a las espectaculares bailarinas de la sala Palmyra, afamado local donde la danza del vientre era su espectáculo estelar. - ¡Ay Juana, cuanto te quise! - exclamó para sus adentros. No pudo evitarlo, aquellas guapas y jóvenes bailarinas con sus hipnóticos y ondulantes movimientos hacían que su Juana volviera a su mente. La melancolía se apoderó de él. Disimuladamente secó una lágrima en sus ojos y decidió terminar aquella velada que se prometía exuberante de aventuras y alegría.
Amaneció el último día de su estancia en aquellas "milenarias tierras". Tratando de olvidar su tristeza, se vistió deportivamente y salió a dar un paseo alrededor del hotel, hacia el palmeral. Sentía la necesidad de despejar su mente para volver a Sevilla lleno de  vitalidad  y poder realizar una nueva vida cargada de ilusionantes proyectos.
Se acercó a la ribera del río,  parándose a contemplar en un remanso cubierto de jugosos nenúfares en flor, cómo las libélulas revoloteaban sobre ellos. Esa reluciente escena fue interrumpida por una agitación del agua que le llamó poderosamente la atención, pensó que se trataría de algún ejemplar de la perca del Nilo al acecho de algún pececillo. Inclinándose hacia adelante para observar mejor a su  pez, no percibió  que estaba siendo observado desde el agua por unos ojos camuflados entre los nenúfares, cuando de repente, estallando en un fulgurante ataque, una enorme masa de reptil se proyectó abriendo sus enormes fauces hacia Evaristo, llevándoselo a lo más profundo del río.
Las aguas, manchadas de sangre, se calmaron, no así el revuelo que se formó en el hotel tras la noticia dada por un pescador que desde la orilla opuesta contempló la trágica escena.
Alertadas las autoridades, durante veinte días anduvieron tras el monstruoso cocodrilo, autor de otros ataques perpetrados tiempo atrás a animales, aunque hasta entonces no se habían tenido noticias de ataques a personas.
La captura de la bestia fue infructuosa.
El Consulado de España en el Cairo, hizo oficial  dicha desaparición,  remitiendo un comunicado a los padres de Evaristo.
Juana conoció la noticia por la prensa, sintió una ligera aflicción pero no asomaron a sus ojos lágrimas que la hicieran sentir, aunque solo fuera una pizca, un cierto afecto. Su vida actual estaba llena de satisfacciones y además esperaba un hijo de su actual pareja. Se la veía pletórica, muy feliz.
Transcurrido unos seis meses de aquella tragedia, en la prensa egipcia apareció una noticia que bien podía estar relacionada con lo sucedido a Evaristo. A unos cincuenta kilómetros aguas arriba habían capturado y dado muerte a un cocodrilo de más de mil kilos de peso y en sus entrañas además de una cabra medio digerida encontraron unos huesos humanos. Esos huesos,  a petición de la familia de Evaristo, fueron trasladados a Sevilla donde serían sometidos a las pruebas de ADN para dilucidar si se trataban de los restos del infortunado contable.
Efectivamente,  el laboratorio forense confirmó mediante las pruebas de ADN, que aquellos semidigeridos huesos pertenecieron a Evaristo.
La piel del saurio fue adquirida por una famosa peletería, que lo transformó en caros objetos de regalo.
Juana dio a luz un precioso niño, y su pareja muy enamorada de ella quiso obsequiarla con un detalle fuera de lo común y en una zapatería muy exclusiva del centro de Sevilla, le compró unos preciosos zapatos de tacón alto, confeccionados en una piel muy especial. Se volvió loca de contenta, era una chiflada de los tacones altos y además, la piel era de ¡cocodrilo!
Andando por la calle Sierpes, Juana, lucía orgullosa sus magníficos zapatos mientras paseaba a su bebé del brazo de su generosa pareja.
Se pararon frente a un elegante escaparate y el papá del niño  le susurró al oído  -Me comentaron  que la piel con la que se han confeccionado tus zapatos, es de una gran calidad, parece ser, que  perteneció a un peligroso y enorme saurio capturado no muy lejos del Cairo-
Juana sintió como un golpetazo en su cerebro que le produjo un ligero  “shock”. El color de su semblante desapareció, se puso intensamente lívida…

Mariano Álvarez Martín                                                                                                                  

miércoles, 22 de julio de 2015

Los caprichos del jabón



El mundo del jabón es toda una ciencia con un montón de secretos ¿Os acordáis cuando os comentaba los caprichos que tiene a veces?, Pobre, no es capricho, es que queremos ponerle tantos y distintos ingredientes que en ocasiones nos recuerda que no todos le sientan bien y menos con este calor. Pues eso fue lo que ocurrió. Más bien un despiste mío al no tener en cuenta las temperaturas tan altas que están haciendo. Me marché durante tres horas y apagué el aire acondicionado. Normal que perdiera su equilibrio térmico y rompiese en burbujas.

Eran jabones para la ropa y limpieza de casa. A tres de los cinco moldes les puse percarbonato y fueron los que levantaron la espuma que veis. Me disgusté mucho, al principio, luego, observándola la vi…bonita. Tan blanca, tan esponjosa. Además, de igual forma iba a usarla y sin necesidad de rallador!

1 kg de aceite
2 kg de manteca de cerdo
1 ½ de agua
½ kg de sosa
½ kg de percarbonato







jueves, 16 de julio de 2015

Lavanda, hierbabuena y romero





Con macerados de lavanda, hierbabuena y romero en aceites de oliva y girasol (primera presión en frío)



Las burbujas viajan (Escondidas en un pedacito de jabón)


Haber experimentado aquellas sensaciones tan conmovedoras, produjo insomnio e intranquilidad en Betthina. Su mente era un continuo volver a empezar las duras escenas del sufrimiento de Tuchia y aunque el desenlace  siempre desembocaba en clara justicia, el mimetismo sufrido la perturbó hasta el punto de percibir los acelerados latidos de la sacerdotisa como suyos. Tanta angustia le produjo una respiración jadeante en vez de sosegada ventilación y necesitaba descansar…

Cuando al fin pudo conciliar el sueño, poco a poco todas las funciones biológicas se fueron normalizando y la ligera lividez de su tez fue recibiendo el color sonrosado de una fresca oxigenación vascular. Durmió profundamente durante bastantes horas.

Despertó sin sobresaltos, de forma apacible, sin confusión. Tomar un buen baño se convirtió en urgencia; el sudor aunque fuera ligero era algo que no soportaba. Estuvo poco tiempo dentro del jacuzzi, aunque lo mantuvo a toda pastilla para conseguir una buena tonificación muscular. Con ayuda de la asistenta, se trenzó el pelo enrollándolo al estilo “virgen vestal” de la Roma clásica. Pletórica de energía se dispuso a dar un paseo y reunirse con sus amigas para hacerlas partícipes de todo lo sucedido. ¡Estaba guapísima! Le dio un beso a Julia mientras comentaba  ─¡Un día precioso, hay que disfrutarlo! Si quieres tómate el resto del día libre.─ No, no saldré, lo dejaré para otra ocasión, gracias Betthina.

La animada calle invitaba a gozar del delicioso y primaveral frenesí madrileño. Se dirigió a la tertulia con una carga de amor como nunca había sentido. Quería gritar al mundo ─¡Soy feliz, soy feliiiz…os quierooo!─ Caminaba sonriendo, intentando visualizar la expresión de sorpresa de sus compañeras cuando oyeran su relato. Especialmente la de Sonia, la más joven, muy propensa a dejarse influenciar con cierta facilidad por los temas esotéricos. Esta jovencita, licenciada en Medicina General, realizó cursos académicos de Homeopatía en la Universidad de Zaragoza y un master en la de Valencia, decantándose laboralmente hacia las “pseudomedicinas“, Fitoterapia, Homeopatía, Acupuntura, Reiki, y Psicología Transpersonal (regresiones espontáneas).
Conoció a Betthina en unas charlas de la “Fundación Europea de Medicinas Alternativas”, sobre Fitoterapia, ciencia que pertenece al ámbito de la medicina y relacionada estrechamente con la botánica.

─¡Asombrosos seres que cautivos al suelo, nos regalan con generosidad una y otra vez toda su carga vital. Así son las humildes y generosas plantas.─ Con esta aseveración se exhibía cuando tenía la oportunidad de disertar sobre el poder curativo de las mismas.

La llegada de Betthina fue genial, la recibieron con una delicada algazara para no llamar la atención en el repleto salón de la cafetería. Sorprendidas por el nuevo peinado, la veían más joven y atractiva que nunca ─umm algo exótica─ pensaron. Era evidente que sentían por ella admiración y cariño.

Besó a cada una con gran efusión, al tiempo que con voz clara y en sentido admirativo, dijo ─¡Esta vez no hubo “gatillazo de burbuja!”─  Se produjo una cierta perplejidad en el grupo que tardó en reaccionar, hasta que una ligera carcajada fue el indicativo de que ya se habían percatado del mensaje; aunque no lo interpretaron correctamente.

─¿Podemos pensar que por fin has tenido una experiencia…bueno…una grata relación amorosa?─ comentó con retintín Tina, compañera de habitación en aquel entrañable colegio mayor, donde residieron los años de universidad.─ 

Licenciada en biología, justificaba la carrera elegida como una consecuencia lógica del pensamiento científico que conquistó su mente, donde el microcosmos y el materialismo serían desde entonces el combustible de sus reflexiones, en contraposición con las de su bella amiga en la que la metafísica y el universo ocupaban un lugar preferente para entenderse con la vida. Desde entonces mantuvo una estrecha amistad con Betthi, como cariñosamente la llamaba.

─¡Se nos ha enamoradoooo!─ dijo Marta

─Os aseguro que no─  respondió Betthina con un rictus de persuasiva sonrisa, característico en personas de fuerte temperamento y muy seguras de sí mismas.

Sonia, fascinada por la enigmática puesta en escena de su querida amiga, dirigiéndose al grupo suplicó  ─Dejémosla que hable por favor. Betthi nos tienes en ascuas ¿qué experiencia has vivido?─

─Antes, aunque os aburra, tengo que hablaros de las vestales.─ Así, comenzó su relato, detallando posteriormente, todo lo vivido desde el instante en que Manuel reventó aquella gloriosa pompa en su mismísima cara, hasta su asombroso viaje al pasado. Se explayó en alabanzas a Tuchia y explicó cómo se produjo en ella una especie de transmutación en la que por momentos, se sintió la guardiana del fuego sagrado. Al terminar el discurso y observar la expectación de tan atento auditorio, intentó hurgar en aquellas mentes, para detectar el grado de credibilidad conseguido.

Sonia, fue un libro abierto; se zambulló en la historia a pulmón libre, bien en profundidad, identificándose totalmente con su amiga y dando fe de su veracidad. Con cierto tono apenado, pero con mucha gracia dijo:  ─¡Cómo te envidio! ya me hubiera gustado experimentar algo parecido.─

Tina, quiso sostener la mirada de Betthi, y aunque nunca lo había conseguido,  ─vivos destellos ocres de los ojos de su íntima amiga, siempre se lo impedían─ no dejaba de intentarlo. Tuvo que desviar la mirada y de perfil, con una sonrisa taimada comentó  ─¡Vaya porrito que te fumaste!─

 ─¿Cómo? ¿Qué dices Valentina?─

Cuando Betthi llamaba por su nombre a Tina era señal de que algo empezaba a ir mal entre las dos y estaba claro que esa observación no le hizo ninguna gracia. El radiante semblante de Betthina se transformó en una expresión de enojo contenido. Se produjo un tenso silencio.

─Tu sabes que jamás fumé, y menos esa mierda ¿por qué me dices eso?─ 

─No te enfades Betthi, es broma. Quizá la mente te jugó una mala pasada, por esa obsesión burbujeante─ 

-¿Obsesión burbujeante? ¡vaya observación!, lo estás arreglando─  El rostro de Betthina por momentos, iba adquiriendo un gesto más severo de lo normal.

─No sabía nada sobre Tuchia ¿Cómo te lo explicas? Nunca oí ni leí nada sobre ella.─ 

─En algún momento que no recuerdas, oíste o leíste algo sobre esa sacerdotisa y algunas díscolas neuronas te lo han recordado jugando con tu consciente. Seguro que estabas despierta y aun así, te tomaron el pelo. En cualquier caso una mala pasada.─

─O sea, según tú, unas cuantas neuronas se han escapado de mi cerebro han desconectado sus sinapsis, se han ido a Roma y desde allí me han transportado al templo de Vesta para divertirse conmigo, bueno a costa mía. ¡Que poderío el de mi mente!. Te repito Valentina, de Tuchia nunca, supe, nada, y mis neuronas como tú dices, si algo me han proporcionado ha sido una emocionante y rica experiencia.  Ahora bien, que estés especulando una hipótesis sobre unas revolucionarias e incontrolables neuronas, que serían las  responsables según tú de un estado anómalo de mi consciencia;  no solo me ofende, si no que pones en cuestión mi salud mental, además de destruir una historia tan hermosa. Y no me parece justo, por mucho que justifiques tus sentimientos con simples conexiones químicas.─

─Pero Betthina, cielo, ¿cómo puedes creer que has viajado al pasado?─ Tina, al igual que ella, optó por usar su nombre en sustitución del diminutivo para no ser un sujeto pasivo en aquella batalla dialéctica.

─Quizá expresé poéticamente esa experiencia como viaje, cuando en realidad se trataba de un mensaje o vete tú a saber, pero ni tuve noticias de Tuchia ni jamás estuve en el templo de Vesta antes de ese momento y sin embargo lo describí con total exactitud, a tenor de lo que de él queda en la actualidad.─

Sonia, intervino en la discusión en favor de Betthina  ─Tu siempre con el materialismo a cuesta. Pues yo creo a pies juntillas a Betthi, no la veo urdiendo patrañas ni fumando hierba, no tienes razón bonita. Además, has de saber que ya hay estudios científicos donde se especula sobre la posibilidad de que “el cerebro sea un receptor de la conciencia y los recuerdos, o lo que es lo mismo del alma y no un creador de la misma” como manifiestas con tu “teoría de divertidas y viajeras neuronas”.─  

─Ya dije que ha sido una broma, ¿lo dejamos ya?─

─Si, pero ya va siendo hora de que aceptes que existen otras realidades que por su naturaleza son imposible de explicar: ni por las matemáticas, ni por la física tradicional o cuántica, me da igual, ni por la química y menos por el materialismo dialéctico. Si no lo haces, estarás dejando pasar la oportunidad de ampliar aún más tu horizonte de conocimientos.─ contestó con firmeza Sonia.

─Yo ya tengo suficiente horizonte con los átomos y la genética cielito, que la cosa no iba contigo.

─Ya,  pero la bromita no tuvo gracia Tina─ concluyó Sonia.─                                        
Marta, era ginecóloga, sin duda la más risueña y con más sentido del humor de las cuatro. Su extrovertido carácter le permitía hacer amigos con facilidad. Racional, pero extremadamente pasional si la situación lo requería. De cuando en cuando afloraban en ella indicios de alborotada fogosidad, aunque solía enmascararlos recurriendo a la lógica. Ella misma se definía como una dubitativa amazona cabalgando sobre el agnosticismo.

Para calmar algo la tensión producida, nuestra ginecóloga desvió la conversación hacia lo anecdótico del encuentro entre  Betthina y Manuel.  

─Betthi, lo que hubiera dado por ver a ese muchacho cayéndosele la baba con tus encantos, ja ja ja─ intervino riéndose Marta  ─Tuvo que ser una escena fantástica, yo no hubiera podido aguantar la risa. De verdad, mejor no la has podido describir. Un gag digno de una película de “Mr.Bean”.

─Sí, sí que lo fue y aunque en ese momento no me llamó la atención nada que no fuera la espectacular burbuja, al recordarla no tuve más remedio que reírme.─ Betthi hacía esfuerzos por retomar el estado eufórico con el que hizo acto de presencia, notándose una cierta inquietud en ella;  como si estuviera preparando algún otro acontecimiento a sus compañeras.

─Quiero  comentaros algo. Cuando venía hacia aquí, he leído en la prensa el hallazgo en Septem Fratres de unos vestigios romanos. Parece ser que bien conservados y esto me interesa bastante, por lo que he decidido darme una vueltecita por allá─.

─No corras Betthi ¿Dónde dices que han aparecido esos restos arqueológicos?─ preguntó sorprendida Tina con ganas de conectar de nuevo con su querida amiga; con disimulo, como si no hubiera pasado nada.

─ ¡Venga ya! me sorprende que no recuerdes que se trata de la actual Ceuta, la de las siete colinas. Igual que Roma. ¡Con la de veces que hemos hablado de ella y de los grandes navegantes fenicios!. Ellos, la fundaron con el nombre de Abila, posteriormente nombrada Hepta Adelphoi por los griegos focenses, Septem Frates por los romanos y Septa por los bereberes hasta evolucionar a Ceuta─. 

─Ya recuerdo, pero si directamente hubieras dicho Ceuta, no me hubiera sorprendido. ¿Verdad chicas? ─

─Silencio. No hubo respuesta.─

Estaba claro que tanto Marta como Sonia se habían posicionado al lado de Betthina.

 ─¡Betthi, Betthi! ¿Qué es eso de griegos forenses?─ preguntó intrigada Marta─.

 ─¿Qué dices de forenses? Jajaja… Dije ¡griegos focenses!

 ─Por un momento creí entender “griegos forenses”, ¡Dios mío! que yo sepa, en aquella época esa especialidad médica dudo que existiera…ja ja…bueno tal vez ninguna. Jolín ¿en que estaría pensando yo?, ¿o tal vez tenga que ir al otorrino─

Se produjo una risotada y una expectante calma; esperaban la extensa respuesta de Betthina, la conocían bien y cualquier pregunta que se suscitara sobre historia, sería la  enzima que detonaría una reacción en cadena de locuacidad docente difícil de parar.

No se hizo de rogar, Betthi entró al trapo con facilidad. Se la notaba con ganas de calmarse y la oportunidad se la daba Marta.

 ─Eran navegantes griegos procedentes de Focea, una ciudad griega fundada por los focidios y establecida en Asia Menor, hoy la actual Turquía. Según Herodoto fueron los primeros navegantes griegos que se aventuraron en largas travesías. Se les atribuye el descubrimiento de Iberia y Tartesos y lo más probable es que se dieran un garbeo por Ceuta…

Sonia, inocente, sin malicia, desató otra explosiva verborrea;  cuando se le ocurrió comentar que ella había tenido la fortuna de cruzar el estrecho rumbo a Ceuta y contemplar la majestuosidad del Yebel Musa. ─¿Sabías Betthi, que ese monte es más conocido como la Mujer Muerta?─

─Si, pero no he tenido la suerte de contemplarlo─ dijo Betthina ─Os diré que en la mitología greco-romana se habla de los doce trabajos de Hércules y cómo  a modo de monumento, cuando acabó la última tarea plantó dos columnas en el estrecho de Gibraltar. Una la colocó al Sur, Abila; algunos la identifican con el monte Hacho de Ceuta, otros con el Yebel Musa, en Marruecos; la otra al Norte lo que conocemos como el Peñón de Gibraltar, Kalpe. Pues bien, esa mujer muerta de la que hablas es probablemente una de las columnas. Lástima, porque de no haber tenido pechos podría tratarse del mismísimo Hércules, El Heracles griego.

Nunca he ido a Ceuta, así que os invito a venir conmigo.  ¿Quién se apunta? No quiero ir solita.─ Entusiasmada  intentó persuadirlas pero; no obtuvo una respuesta inmediata, así que siguió argumentando su propuesta.

─Nos alojaríamos en un hotel de lujo muy peculiar, ya que ocupa parte de unas murallas muy bien conservadas de origen portugués, con un foso que sirvió de bastión defensivo y por donde el agua rompe la pequeña península convirtiéndola en una isla. Es una panorámica entre natural y urbana, una preciosidad ¿Qué os parece?. Presiento que nos esperan momentos emotivos para disfrutarlos.─

─Cuando sería─ preguntó Marta.

─Quisiera ir este o el próximo fin de semana. No creo que os afectara mucho─

─Yo los dos próximos sábados los tengo ocupados, uno de guardia y el siguiente en un congreso internacional que se celebra en Valladolid, no puedo acompañarte Betthi.

─Me gustaría que fuera la próxima semana, estoy loca por ir ¿Te vienes Valentina ─ Dijo Betthi mirándola fijamente. Aún se notaba un grado de afectación en Betthina, por aquel gracejo impropio de Tina.

─Me atrae pero no va a ser posible, demasiado trabajo las próximas semanas, incluidos los sábados. Ha tomado vacaciones mi compañero de servicio y su trabajo, en parte, he de hacerlo yo─  contestó Tina con cierta tristeza.
Estar junto a Betthi compartiendo sus aventuras y relatos siempre la habían proporcionado bienestar y riqueza espiritual de la que no estaba sobrada, siendo esto último, el motivo de grandes pero estériles discusiones, si bien, terminaban dándose un beso y un cariñoso abrazo. ─Marta, en alguna ocasión comentó que Valentina era el “álter ego” de Betthi  ya que trataba de emularla en algunos aspectos sin mucho disimulo. Una observación quizá algo exagerada.─

A Sonia, se la notaba dubitativa pero bastante interesada ante la invitación de Betthi, tenía compromisos para los próximos sábados, pero era una persona dada a no desperdiciar invitaciones ─vamos que se apuntaba a un bombardeo si fuera necesario─ así que tomó la decisión de posponer aquellos asuntos.

─ ¿Estaríamos de vuelta el lunes?─

 ─Yo creo que sí, el domingo a mediodía tomaríamos el ferry hacia Algeciras y de allí a Málaga para coger el AVE  de vuelta a Madrid.─

─Pues te acompaño Betthi, ¿tú te encargas de pasajes y alojamiento─

─Si, no te preocupes. El próximo viernes, después de una corta travesía donde me gustaría tener la oportunidad de ver los delfines comunes y tal vez el delfín mular, dormiremos como ángeles en el Hotel la Muralla de Ceuta─ Se abrazó a Sonia y la estampó un sonoro beso.

Se despidieron cariñosamente entre todas, aunque Tina tuvo un gesto más efusivo hacia Betthi. ─En tu próximo viaje cuenta conmigo─ le dijo al oído.

─¡Ay Tina! a veces no te entiendo. Bueno ya hablaremos cuando vuelva.─ Betthi posó sus manos sobre los hombros de Tina y con un leve zarandeo dándole un abrazo y un delicado beso le dijo ─Pórtate bien.─

Con todo preparado para el viaje, llamó a Sonia para ir a recogerla pero antes de que esta descolgara el teléfono cortó la llamada y salió precipitadamente hacia el  cuarto de baño. Abrió con calma el mueble de los perfumes y mirando fijamente el paquetito donde envolvió el objeto que le proporcionó tantas emociones, tendió su mano hacia él, frenó el intento de cogerlo y se mantuvo pensativa unos instantes. Por fin se decidió, lo tomó y lo guardó cuidadosamente en uno de sus bolsos. Llamó de nuevo a Sonia y salió lista para su aventura.

Mariano Álvarez Martín

lunes, 13 de julio de 2015

Agosto 2015: con hierbabuena


Hace calor y la piel pide refrescos. Crema ligera, leche, tónico, gel…, lo que sea pero de fácil y rápida absorción. Que hidratar sea una delicia y no un agobio. Que nunca la dejemos con la sensación de poros obstruidos.

Soy muy exigente con las cremas. No las uso a diario, mi piel aún se regula bien y puedo permitirme el utilizarlas día sí día no. Dejarla transpirar y mantenerla hidratada es lo mejor que puedo hacer por ella. De ahí me viene la obsesión de encontrar emulsiones que la dejen "respirar". Y sí, no me canso de repetir que el agua y el aceite cumplen estos requisitos a la perfección, pero ya que nos gustan otras texturas busquemos las más idóneas.
Para mi, todas las emulsionadas con cera de abeja. Es la única que me deja con la sensación de "poro libre". Hace cremas untuosas y ricas y es tan natural.

En esta ocasión, como la quería ligera, le tuve que añadir un gelificante (al llevar más agua necesita de este ingrediente para darle estabilidad), pectina de manzana, y le di dos texturas diferentes. La de la derecha con un toque fresco que recuerda a un sorbete. Es mi elegida para este mes.

De la hierbabuena... qué decir, destilarla fue una gozada, ya nos refrescamos sólo con su olor. 

(Aceite y agua floral de hierbabuena con cera de abeja)



Bálsamo labial con aceite de hierbabuena, ricino y cera de abeja




Empezando a secar flores


lunes, 6 de julio de 2015

Crema óleo calcárea con aceite de rosas




¿Cómo lleváis el calor?, ¿dormís bien?, ¿os pican los bichitos?, ¿tenéis roja la nariz… o los hombros?, ¿tenéis rozaduras?, ¿ampollas?, ¿sudáis mucho? El verano también tiene su lado oscuro, mientras no se nos junten todas…

La piel es la primera línea de defensa que tenemos contra estas agresiones y necesita estar en buena forma para resistirlas ¿cómo?, cuidándola mucho y mimándola más.

La hipodermis o manto ácido de la piel es un tejido con un pH levemente ácido, entre 5,5 y 6 (el pH mide el grado de acidez de una sustancia, varía de 0 a 14. Cuando es neutro, como el agua pura, es 7, menor de 7 es ácido y más elevado es alcalino) que permite lubricar la piel y protegerla de microorganismos o cualquier tipo de agresión externa. Este nivel de acidez posibilita el correcto desarrollo de la flora. Los gérmenes que la componen constituyen el sistema más importante de defensa contra los agentes patógenos extraños. Y para garantizar una colonización de bacterias en estado de armonía se necesita un pH menor de 7.

Inmediatamente después del nacimiento (la piel del bebé es neutra) se inicia esta colonización microbiana. Las bacterias crecen dentro de los 28 días siguientes en equilibrio hasta formar la flora que va a protegerle. ¡Excepcional nuestro cuerpo! y no nos queda otra que ayudarle a restablecer ese equilibrio que a veces por un sobreesfuerzo lo pierde.

Esta pequeña introducción sirve para que entendáis cómo la crema óleo calcárea va a regular el PH de nuestra piel. Su formulación ligeramente alcalina contribuye a neutralizar el nivel de acidez ayudándola a recobrar tono. Sus componentes la hacen untuosa: agua calcárea, aceite, cera de abeja y óxido de zinc.

El agua calcárea tiene un pH alcalino aproximado de 12. Al mezclar con los aceites (PH neutro) forma una emulsión idónea para corregir alteraciones del tejido cutáneo que por distintas causas desajustan el nivel óptimo de acidez de la piel. Los aceites y cera formarán una película emoliente que reducirá la pérdida de agua y el óxido de zinc con su capacidad antiséptica disminuirá el riesgo de infecciones. Entre sus muchas aplicaciones es estupenda para los primeros días de exposición solar.