martes, 18 de diciembre de 2018

Jabón de aceite de oliva y karité


Jabones de aceite de oliva macerado con fresas, karité, manteca de cacao y cera de abeja




Los hermanos Grimm fueron pioneros en la investigación de las tradiciones orales. Se dedicaron a reunir cuentos populares, mitos y leyendas trasmitidos de forma oral con el propósito no de entretener a los niños sino de honrar la historia cultural de su país, Alemania. Sus primeras publicaciones iban dirigidas a los intelectuales germanos, pero ante el éxito que tuvieron entre el público infantil decidieron suavizar las historias haciéndolas menos cruentas (maltrato, abandono, explotación… habitual en aquella época)

Sus principales fuentes eran mujeres, una de ellas reconocida con nombre y apellido, Dorothea Viehmann, hija de un tabernero que había oído muchas historias de viajeros, otra fue Marie quien les narro Caperucita Roja, Blancanieves y La bella durmiente.

Que las mujeres contamos cuentos ya se sabe, lo decía Elena Fortún “una profesión deliciosamente femenina”, y sino el popular dicho “cuentos de viejas”, nos reconocen como memoria viva de la tradición oral. Las leyendas, los cuentos, los refranes, las canciones vivían mucho más tiempo entre las mujeres.
La madre de los cuentacuentos fue sin duda Sherezade: “astuta y graciosa hija del gran visir, doncella cuyo espíritu tiene mil y un años, tan sólo armada de sus sueños y de su arte verbal, domina el fluir del tiempo, vence a la muerte y se erige en la protagonista señorial del cuento de cuentos”.  Ella nos sedujo en “Las mil y una noches” enamorando y transformando el rencor y la brutalidad del sultán por el amor y el respeto de este. La búsqueda femenina de la liberación a través de la sabiduría. Maravilloso cuento.

Sin embargo, hay algo que nuestras antepasadas guardaban celosamente solo para sus hijas: recetas, escritas a mano o a través de la observación de los gestos o de las palabras, que formaban parte del ajuar doméstico. Costura, cocina, remedios caseros de belleza y salud, todo un arsenal simbólico de un saber y unos ritos transmitidos por madres, abuelas y tías. Lástima que hoy estemos perdiendo ese legado de enseñanzas tan especial sencillamente porque no tenemos tiempo, ni de escuchar ni de contar.

                                                                                                                          Ilustración África Muñoz

Hay un proyecto precioso original de Zimbabue que recupera la sabiduría y experiencia de las abuelas y las coloca (o las devuelve) al lugar que durante años ha estado reservado a terapeutas. Es bastante simple, consiste en hablar de lo que te pasa (preocupaciones, pensar demasiado de manera enfermiza, depresión, ansiedad…) con una mujer de edad avanzada, en su mayoría abuelas de origen humilde que saben escuchar sin juicios, verdaderas expertas y sabias en afrontar las preocupaciones cotidianas en entornos adversos y que han recibido una formación muy básica sobre temas de psicoeducación y de solución de problemas ¿No os parece fascinante?

“Las abuelas son voces del pasado y modelos de rol del presente. Las abuelas son puertas abiertas del futuro” Helen Ketchum

Si tenéis alguna de estas joyas en casa pedidles que os cuente un cuento.


Felices fiestas, os deseo lo mejor

lunes, 10 de diciembre de 2018

Jabón de romero y colofonia









El jabón está resquebrajado a propósito. Cerca ya de la navidad, fábrica de recuerdos y tradiciones, quería hacer un jabón para regalar, con apariencia antigua y con ingredientes básicos que hayan estado siempre presentes en su larga historia. Busqué información y encontré una sobre las resinas bastante interesante, concretamente la colofonia o pez griega muy apreciada en jabonería. En los años cuarenta, por no irme más atrás, el jabón de tocador de alta gama llevaba un 5 % aproximadamente de colofonia con el fin de aportarle un tacto sedoso y abundante espuma.

No estaba nada segura del resultado porque nunca había usado este ingrediente y el jabón es tan… imprevisible. La fórmula lleva solo un aceite; oliva macerado con romero, cera de abeja, sal y colofonia. Sabía que esta última acelera mucho la traza y eso ya te pone de los nervios. La disolví con cera de abeja antes de echarla al aceite, vertí la sosa y empezó a endurecer enseguida. Al minuto de batir resultó una masa densa (tipo pasta de almendras para hacer turrón) muy difícil de remover. Contaba con ello, pero no me dejaba de sorprender lo rápido que sucedía todo. Estuve unos treinta minutos mareando el amasijo y con una cuchara lo fui introduciendo en el molde. Presionando, alisando la superficie y suspirando de alivio al terminar lo dejé reposar 24 horas.

Consideraciones: El jabón quedó espectacular. Así que a partir de ahora contaré con la colofonia variando los porcentajes. Fue un subidón de suavidad, olor y espuma. Ah, y aguanta el paso del tiempo como ninguno.

Después de este jabón repetí dos veces más, no varié la fórmula, pero sí la elaboración, cambié algunos pasos que ya os contaré.