martes, 18 de abril de 2017

Un bálsamo de karité para un jabón de lavanda

Bálsamo de aceite de lavanda y rosas, aceite de coco, karité y cera de abeja

No soy de cremas corporales, las hago porque sé que a vosotras os gustan, son tan fáciles, tan agradables de aplicar, y porque en ocasiones, a pesar de mis preferencias (aceites o bálsamos), me apetece usarlas. Hay una especialmente buena que aunque no lleva cera de abeja (ingrediente incondicional en mis productos) reconozco y entiendo que sea una de vuestras favoritas. Tiene una textura excelente, penetra rápido y deja la piel sedosa nada más extenderla. Está hecha con cera protelan (autoemulsionante de base vegetal), aceites macerados biológicos, hidrolato de plantas, glicerina y conservante.
Elaborar una crema con este tipo de cera apenas requiere conocimientos, liga siempre y no hay que calentar la fase acuosa, por lo que las propiedades del hidrolato llegan intactas. Otra ventaja es que se pueden conseguir emulsiones muy ligeras o cremas espesas y además no sólo es un vehículo para unir componentes activos, es un activo en sí mismo.

¿Y por qué me gustan más los bálsamos?

Porque soy muy básica. En cocina o en cosmética prefiero no mezclar demasiados ingredientes. Para la cara, un aceite, para el cuerpo un bálsamo y para el cabello cualquiera de los dos anteriores. Siempre con la piel húmeda, digamos que agua y aceite los emulsiono directamente sobre mi piel. Y voy cambiando de principios activos por temporadas, según me dé.
Al bálsamo, de aceites y cera, le añado en ocasiones alguna manteca, pero sólo con estos dos componentes y el agua de la ducha puedo conseguir la piel que quiero, propiedades le sobran.
La textura y aplicación, bueno, resulta más denso que una crema pero a los diez minutos de extenderlo la piel lo ha absorbido y le ha dejado un satinado que, apreciación mía, es muy difícil superar. Y a largo plazo… es una joya: sencillo, efectivo, natural.
Hay algo más, las cremas llevan agua, en baja o alta proporción debemos añadir un conservante si no la vamos a usar pronto, un bálsamo no lo necesita.

¿Y por qué prefiero la cera de abeja a las ceras vegetales?
Porque la sensación que me deja es de armonía y equilibrio con la piel, una afinidad total que le permite transpirar a pesar de ser tan untuosa. Claro que, como todo, es encontrar ese punto adecuado que necesita nuestra piel para no sentirse grasa. Es cuestión de cantidades, nada más.
Aceite de lavanda y rosas, aceite de coco, karité y cera de abeja




“Te siento cuando te toco y, cuando no te toco, también te siento. ¿Qué tienes en la piel?” – Roberto Fontanarrosa