Mostrando entradas con la etiqueta aceite de tilo. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta aceite de tilo. Mostrar todas las entradas

jueves, 30 de octubre de 2014

Jabón natural de aceite de tilo

Cuento de otoño
A los espíritus de la naturaleza




En una  tarde otoñal, allá, en el estrecho, profundo y hermoso valle del río Ungría, sobre una añeja piedra, cubierta de musgo y liquen, una joven alcarreña en sus aguas lágrimas vertía; en él se miraba y remiraba, pero este, nunca reflejó de ella, un rostro hermoso y limpio.
Ningún jilguero envió sus trinos a aquella zagala. Ni la lavanda, ni el romero, ni flor alguna adornaron ni aromaron sus cabellos.
Clamó al cielo.
Pidió a los ángeles, hadas, brujas, duendes y elfos un poquito de hermosura, y cuando más grande era su lamento, una brisa de aire fresco besó su cara.
Se restregó sus ojos y ante ella surgió de las escasas pero claras aguas del rio ¡una Ondina!, que ataviada con transparentes y ligeras gasas lucía un cuerpo de mujer de inigualable belleza.
Acercándose sonriente a la joven, le dijo:
-He oído tu lamento y tus plegarias, he visto la tristeza en tu corazón y entendido tu deseo.
Quiero ayudarte, pero has de elegir entre la belleza o el amor. ¿Que deseas?-
La joven no lo dudó, eligió la belleza.
La Ondina le indicó entonces: -dirígete a aquel claro del bosque donde unas llamaradas lo iluminan, verás unas lindas muchachas danzando alrededor del fuego, elige la que más te guste, acompáñala en su danza y obtendrás tu deseo-
La Ondina desapareció. La joven atónita y excitada corrió hacia la hoguera.
¡Que espectáculo!
Cinco bellas y sensuales jóvenes, a cual más hermosa, danzaban desnudas alrededor de un fuego que no desprendía calor, parecía no arder pero iluminaba como el Sol.
Ella, fascinada las observaba dudando a quien escoger, decidida, se lanzó a bailar con la que creyó más bella, y en el frenesí de la danza rodó por los suelos. Cuando se incorporó, se encontró desnuda y sola en aquel claro.
Todavía aturdida, pudo ver amanecer y cómo la luz del Sol acariciando su cara, despertaba todos sus sentidos.
Corrió y corrió hacia el río muy excitada y cuando a él llegó, arrodillándose lo usó cual espejo. 
Vio a una hermosa joven, de cabellos de siena, mirada de miel, jugosa boca, piel tersa y suave; desbordante y exquisitamente sensual.
Era la doncella más hermosa del valle, y sonriendo, lavó su cara en sus aguas besándolo en agradecimiento.
Desplegó seductoramente su nueva imagen por todo el valle,  y era tal su encanto, que los mozos la veían inalcanzable.
Acobardados se retiraban, abandonaban. Era demasiado para ellos. El amor no llegaba a su vida, y amargamente recordó el día en el que lo despreció.
Desconsolada recorría el valle arriba y abajo llamando a la Ondina. Pero esta, ya no apareció.
Sin darse cuenta, por donde caminaba iba hermoseando el paisaje. Lo preñaba de hermosos y variados colores: ocres de las hojas otoñales que caían aquí y allá, verdes de jugosas hojas perennes, violetas y azules de los lirios, amarillos de las margaritas y rojos de los majuelos. Surgían encinas, quejigos, cerezos de Santa Lucía, la orquídea abeja, espliego, jaras, álamos y zarzales, la lavanda y los zapatitos de la virgen. Los jilgueros la seguían, cantando a su alrededor.
La joven era y daba vida.
Poco a poco fue fundiéndose en tan magnífica naturaleza, se hizo eterna y hoy, es parte de ese maravilloso y protegido valle.
El valle del río Ungría en la preciosa Guadalajara

Mariano Álvarez
Otoño de 2014